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El abogado Jorge Colindres, recién perfumado y afeitado, me entregó un casco para que suba en ascensor hasta el piso 14 de lo que ahora es el edificio más alto de la isla hondureña de Roatán; casi el doble de lo que permite el código de construcción local. Cuando la construcción esté terminada, Duna Residences albergará 82 departamentos con vista a una selva de palmeras, al Caribe y a varios otros edificios nuevos que el gobierno hondureño considera ilegales.

Si Próspera fuera una ciudad normal, Colindres sería considerado su alcalde; su título aquí es “secretario técnico”. Mientras observábamos un claro entre los árboles en febrero, señaló hacia el pequeño complejo de oficinas donde trabaja recaudando impuestos y gestionando las finanzas públicas para los aproximadamente 2000 residentes físicos y electrónicos de la ciudad, muchos de los cuales han pagado una cuota por el derecho a vivir

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